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Fuente de la imagen: En el mismo barco (M. Velasco, 2007) |
La clave está en la proactividad. Implementar sistemas de alerta temprana no es un lujo, es una inversión en la supervivencia. Esto significa más que mirar el balance una vez al año; implica un monitoreo constante, una cultura empresarial que fomente la transparencia y la comunicación de las dificultades, por incómodas que sean. A veces, la señal más potente no viene de una tabla de Excel, sino de una conversación honesta con el equipo de ventas o de producción, que sienten la presión del mercado o la disrupción en la cadena de suministro mucho antes de que se refleje en los informes contables. Cuando la insolvencia se asoma, el tiempo para actuar es oro. Una detección temprana permite negociar con los acreedores desde una posición de mayor fuerza, buscar financiación alternativa, o incluso pivotar el modelo de negocio. En contraste, esperar hasta el último momento condena a la empresa a un rescate de emergencia, a menudo doloroso y con pocas opciones. Por eso, la prevención, a través de la vigilancia y el análisis constante, se ha convertido en el verdadero escudo de la empresa moderna.